lunes, 27 de octubre de 2008

49.

La piedad de las sombras,
De tu pelo ungüentozo,
Las palmeras, las muestras,
Los lagartos, los pozos.

La ventana en mi baño,
Tu alma verde de azufre,
Las señales del auto,
Las virtudes del caño.

Todo huele a peor,
Un olor que no olvido,
Estampado en mi mente,
Como en una patente,
Los números de vidrio.

Ojala que ese auto,
O cualquiera –es lo mismo-,
Te rompa las entrañas,
Con su caucho podrido,
Que arranque para siempre,
Ese olor cítrico,
Cáustico,
Que escupís del ombligo.

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