viernes, 29 de junio de 2007

9.

A Oliverio Girondo

Más que a vos, Oliverio,
A tu duros poemas,
Que me mueven,
Me pegan,
Me marean,
Me queman.

A tu fiel desencanto,
A tu irónico estilo,
A la rima que trama
Con metal laberintos.

A tu pedantería,
(desinterés forzado)
Al vanguardismo nato,
(Ultraísmo soñado)

A tu surrealismo
De ángeles equinos.
A aquel espanto inerte,
A tu vida,
A tu suerte.

8.

La tierra en los ojos,
Los taladros que
Perforan el cráneo.
El pecho comprimido
Por una pared de
Hormigón,
Que baja del techo
Del cuarto.

Y pensar que
De niño
La cama era
La contención
Del desencanto.
Taparse y sentirse
Protegido de
Monstruos ficticios
Por el algodón.

Hoy quizás no
Son menos ficticios,
Pero el algodón
Parece no ser
Suficiente.

Levantarse y pretender
Indiferencia.
Y escribir intentando
Cierto dinamismo.

El inevitable paso de
Los segundos desperdiciados.

martes, 26 de junio de 2007

7.

Creía en vano
Como todos, tener
La certidumbre.
Seis mil años de historia
Y aquel griego,
Que advertía
A la ignorancia
de los Hombres,
No pudieron
Evitar las necedades
De quien cree
Saberse necesario.

Quizás el golpe,
La cicuta
Inadvertida. Hubiese
Sido más placentera
Y transitoria,
Si a nada me aferrase
Como cierto.

El pasado
(Aquel rincón
En el círculo
Del tiempo),
Sin embargo,
Me perturba
Taciturno.

En los ríos
Del lamento
Entre las cosas,
En esa gema falsa
Aturquesada. ¡No!
No dudo de
Tu cuerpo,
De tu aliento.

6.

Lacrimógeno y gris es el espacio,
En donde se acumulan los recuerdos.

Difuso el sentimiento de la espada
Que atraviesa las horas, los lamentos.

Como si Dios, aquel en que no creo,
Me hubiese regalado algún sentido,
Pero a la vez el metafísico castigo,
De no poder usarlo y comprenderlo.

5.

Las paredes blancas,
Las esquinas,
Las rusas flores
Pintadas con la sangre
De las algas.

La biblioteca
En la que duermen
Historias de cadenas
Y de viento.

Los vanos cuadros
De colores, que recuerdan
A Platón y a las formas
En la mente.

Los anaqueles,
Las luces
Que desvelan
Y la ciencia
no devela como ciertas.

Esa guitarra que me
Espera, sin nunca
Ser tocada por manos
Más que inciertas.

Esa llamada que será
la última
(eso espero)
si el tiempo es uno solo.

Ríos de sal que se
Forman en mi barba
Que Heráclito
Imaginaba fluir
eternamente como el alma.

4.

Esas puntadas que se sienten,
Como galopes,
Como fútil espanto.

Ese estupor
Que te somete
(Aquel no-llanto.)

Son las veredas,
Son las tardes caminadas.
Las noches viejas,
Amarillas y hoy siniestras,
Que aparecen tan lejanas.

Es el vacío irracional
De no tenerte,
De saberte en otro pecho,
No en el mío
Y que la muerte no llega
Hasta la muerte.

De saber que hoy tu cintura,
Esta librada
A otra suerte
A otras palabras
Tu boca encomendada.

De sentirse tan inocuo,
Irrelevante,
Tan prescindible,
Tan gris
Como la arena
Vanamente reemplazable.

Las cosas giran
Y el huracán del tiempo,
Arrasará seguramente
Aquello espero,
Con el lamento
Con el recuerdo vivo
Y con el llanto.

3.

A)

Los recuerdos flotan en mercurio,
Tu pelo de niña rubia,
El colegio y la timidez casi infante.
Los chocolates y las flores,
La compañía: el crecer juntos.
Mi amor, mi desesperación,
Mi temor de perderte,
El beso que tanto me costó,
Ese beso tan duro,
Tan áspero,
Tan ansioso.
Telares de momentos,
Las lágrimas como peces en lágrimas.
Todo lo tuyo y todo lo mío,
Todas las risas como diamantes.
Todo eso es de los dos,
O no es de nadie.

B)

Tu boca como alfileres,
Alfileres calientes.
Mi lengua presionando tu labio,
El calor y tu pelo en mi cara.
Tu voz que siempre oculta,
Como el mar naranja.
Tu voz que siempre calla y siempre duele,
Tu cara de niña forzada a crecer.
Tu boca de alfileres,
De alfileres y sangre.

C)

Las peleas hirientes,
Esos pedazos de tiempo,
Imposibles de reconstruir.
Pedazos de nada,
Solo en nuestra mente.
¿Sirvieron?
¿Tienen que servir?
Lagunas conectadas por arroyos,
Arroyos de tinta china.
La contención de presionar tu cuerpo contra el mío.
La vana contención del que teme en la ignorancia;
De no conocerte,
De no estar cierto,
Sobre vos, sobre la cama.

D)

A veces pienso y me arrepiento,
De no haber sido mejor,
De no aprovecharte en todos los momentos.
Pienso en tu fragilidad y tiemblo.
Lloro y siento,
Y sentir es una de las formas más débiles del pensamiento.

Después, si existe el tiempo,
Me consuelo o me engaño,
Imagino que cada lógica tiene su segundo,
Que todo es una sucesión,
Un devenir necesario,
Y acaricio tu piel oliva con mis manos.

2.

Zenón

A Luis

Las metafísicas tardes Londinenses,
lo hicieron concebir esa aventura.
Vida de lutos aplacada por su suerte,
desafiaría aquella muerte tan segura.

Concibió el plan con la sapiencia necesaria,
le otorgó al tiempo la ventaja que anhelaba.
En el presente no hallaría las respuestas,
era un aliado de una historia que ignoraba.

Las ocurrencias de una mente tan enferma,
que concebía una soberbia tan avara,
surgían como nueces de su cáscara:

Dorian Gray,
sus soledades necesarias.
Tardes de barro de un judío en Praga.
Mármol flotando en el mar mediterráneo,
la alquimia,
el galvanismo;
Su cruzada.

Era el futuro su enemigo.
En su presente,
sentía que la muerte lo acechaba.

Negros corceles,
La navaja arqueada,
El anteúltimo respiro.

Recordó al griego
de uñas sucias.
Aquel estadio que de niño imaginaba.
Y dividió infinitamente los momentos,

Cuando la hoz estuvo cerca de su cuello,
la concibió eternamente alejada.

Y la justicia realizo la poesía,
El carmesí del asintótico momento,
Lo enviaría,
como al resto,
hacia la nada.

1.

El metálico sonido de los puentes,
El sol desde los ojos de Penélope,
La mirada de Shylock a la carne,
El silencio que anticipa Finisterre.

El remo de Caronte.
Un pie firme pisando sobre el agua,
Los pantanos que imagine de niño,
La espuma de afeitar teñida en sangre.

La inmensidad pretendida del espacio,
El terror metafísico de Lovecraft,
Gabriel, Mahoma y un susurro en el oído,
Que quebraría el mar mediterráneo.

La ceguera de Borges,
Las cosas,
El fetichismo en el que Perec las envuelve,
El anteúltimo respiro de los muertos.

El mecánico futuro,
La barba de platón,
El Sinaí y la lanza,
La arena y la geometría de Pitágoras.

Un rincón de Berlín que no recuerdo,
Mi marginal y efímera existencia,
La división de una constante en infinito,
El cero al que asintóticamente todo tiende.
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