martes, 26 de junio de 2007

2.

Zenón

A Luis

Las metafísicas tardes Londinenses,
lo hicieron concebir esa aventura.
Vida de lutos aplacada por su suerte,
desafiaría aquella muerte tan segura.

Concibió el plan con la sapiencia necesaria,
le otorgó al tiempo la ventaja que anhelaba.
En el presente no hallaría las respuestas,
era un aliado de una historia que ignoraba.

Las ocurrencias de una mente tan enferma,
que concebía una soberbia tan avara,
surgían como nueces de su cáscara:

Dorian Gray,
sus soledades necesarias.
Tardes de barro de un judío en Praga.
Mármol flotando en el mar mediterráneo,
la alquimia,
el galvanismo;
Su cruzada.

Era el futuro su enemigo.
En su presente,
sentía que la muerte lo acechaba.

Negros corceles,
La navaja arqueada,
El anteúltimo respiro.

Recordó al griego
de uñas sucias.
Aquel estadio que de niño imaginaba.
Y dividió infinitamente los momentos,

Cuando la hoz estuvo cerca de su cuello,
la concibió eternamente alejada.

Y la justicia realizo la poesía,
El carmesí del asintótico momento,
Lo enviaría,
como al resto,
hacia la nada.

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